Esta última quincena de agosto suele significar, en la mayoría de los casos, la vuelta de las vacaciones.
El recuerdo de nuestro descanso comienza a diluirse entre la rutina y lo cotidiano.
Los días pasan rápido y casi sin darme cuenta me va envolviendo la nostalgia pues en pocos días mis pequeños personajes se irán un año entero a estudiar fuera.
En estos días de transición, que casi marcan más el final del año que el mismísimo 31 de diciembre, tengo la sensación de que todo acaba para comenzar de nuevo con caras largas y síndromes postvacacionales. Me suele funcionar centrarme en no vivirlo como un drama. A septiembre llegamos siempre con las pilas cargadas, con nuevos proyectos, quizás con nuevos amores. Y en cualquier caso no es el final de nada. La vida sólo tiene un principio y un final. Todo lo demás es un mientrastanto en el que tenemos la obligación y el derecho de aprender y disfrutar.
Con todo, debo decir que son mis días favoritos del año. A pesar de ser un manifiesto del final del verano, nada puede eclipsar esa dulce sensación de un Madrid vacío en el que todo parece diferente. El paisaje es más amable, la luz de agosto que tanto me gusta lo inunda todo y el calor va siendo menos agobiante que en el mes de julio. Es un placer para los sentidos pasear y visitar cada rincón, cada museo, cada tasca y cada cine en v.o. con reposiciones por dos duros. Es, además, el mes de mi cumple 🙂
Estos días, en sus horas más tranquilas, me he sumergido en dos títulos geniales que tenía pendientes, La Juventud (La giovinezza, 2015) y La Gran Belleza (La Grande Belleza, 2013). Hace ya algunos años vi Un lugar donde quedarse (Questo deve essere il posto, 2011) y, definitivamente, me declaro supermegafan del signore Sorrentino.
En las tres habla del paso del tiempo desde la nostalgia, el fracaso, la amistad, el amor y el vacío existencial. Las tres con una carga visual y emocional, y un punto de comedia e ironía geniales.
Nos pasamos la vida entera atufados por el paso de la vida, hasta que nos damos cuenta de que la vida pasó.
Cuidado con esto, porque caemos todos como moscas en la miel.
Pues eso, que lo que agosto madura, septiembre lo asegura. Mes de días cortos y noches largas. El mes de San Lorenzo y sus Perseidas.
El mes en el que todos frenamos un poco, pero sólo para coger impulso.
Es precioso me encanta lo que haces
Gracias Clara! 🙂